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Que siga el corso

Con la llegada de los carnavales, Vertientes del Sur se sumerge en la mística murguera y desde ahí entrevista a uno de los artistas del carnaval, cantante, letrista, director de murga que viene haciendo historia desde pibe y que en este febrero vuelve a las calles de Buenos Aires con su agrupación a desplegar el arte carnavalero junto a las más de cien murgas que recorrerán los corsos de la ciudad.



Por Pedro Fernández M

Otra vez febrero, calor, el piberío insolente que se descuelga de la rama desde la que hace equilibrio sobre el abismo, otra vez el ruido, la bullanga, el bombo con platillo, los marrones, los negros, los mezclados, los cabecita, los tano, los gallego, los que tuvieron o tienen una adelante y otra atrás. Otra vez la revancha, la calle hecha fiesta, los colores estridentes, los banderines y las lucecitas de colores que van de esquina a esquina; el ritual, el gordo desafinado que desafinado canta, la voz ronca, el hermoso baile a tierra y salto y atrapo lo que se escurre y salto y no atrapo lo que se escurre y salto. Otra vez el sonido que acopla ("se escucha... se escucha..." no, no se escucha, o se escucha mal, pero se escucha, se escucha todo, el corazón se escucha); otra vez las galeras, el color de las levitas, los Che, los Perón, las Evita, los cuadros del fútbol, los Olmedo, los Marley, los Redondos, otra vez febrero.


"Yo soy de Palermo, del Palermo de los 60, los 70, cuando era un barrio como cualquier otro, un barrio con vecindad, de casas bajas y ahí no tenía chances de ser otra cosa, mis viejos no me llevaban de vacaciones y me fui criando en la calle, en un bar de la esquina de mi casa, que era el bar de Jesús, donde paraban los Negro Gaitán, que eran negros y eran de los que bailaban con Alberto Castillo, toda esa gente que iba ahí a joder, a pedir, a reír, me crié con todas esas canciones, creo que no tenía otro destino".

"Desde los cinco años salía en murgas, primero en los Chiflados de Almagro que eran de Palermo y después en miles, enfrente de mi casa vivía Carlitos el Bostero, era un conventillo divino, el Macho García, Rulito, a la vuelta vivía Horacio Fanfán, todos salían en la murga, Calusti, que vivía en la otra cuadra de mi casa, a la vuelta también vivía Nito Chadrés, tremendo bombista y, para mí, el mejor director de murga de esos años, director artístico de Los Viciosos. Después estaban Los Locos del Cuarto Piso de Gurruchaga y Cabrera, de al lado de mi casa, te hablaban todos de esa murga, que salió en los cincuenta y en el 61, estaban también Los Sacacuero de Gurruchaga y Honduras”.

Rubén 'El Gallego' Espiño

El que habla es Rubén el Gallego Espiño, criado en Rosario hasta los cinco y después Palermo, hincha de Huracán, 55 años, creador y director de Atrevidos por Costumbre, cantor, el más refinado, elocuente y lúcido letrista de críticas ("Los boqueteros", "Porque soy murguero", "Votaste mal", por citar apenas unas poquísimas), destello vivo del carnaval porteño, memoria prodigiosa que expande la experiencia a lo escuchado, a lo vivido por otros, a lo querido, a lo añorado, a lo que existió y no pudo ver, a lo que se consiguió y no se consiguió y se sigue buscando.

"Lo que me impactó de la murga fue lo divertido, nos criamos con todo un grupo de pibes: Carlitos, Peluso, yo, Grillo, Pirulo, teníamos todos la misma edad y todos veníamos de familiares murgueros, no nos quedaba otra. Después los pibes de Malabia y Cabrera, Pico, que murió este año, pobre; Chacho, que murió en febrero, todos esos pibes que eran de barrio, un Palermo trabajador, la mitad éramos del Eros y la mitad del Villa Malcolm, clubes de barrio, íbamos a la tarde a jugar a la pelota a la calle o a la vía, todos cortados por la misma tijera, uno solo que se iba de vacaciones, De Caro, el Culón, que le decíamos nosotros. De Caro se iba en diciembre y todos nosotros en el cordón, saludándolo cuando se iba el auto mientras nos preguntábamos: "¿en qué murga salimos? ¿a qué murga vamos?". ïbamos al río, o la Costanera Sur o nos metíamos en los lagos de Palermo o en barco hundido, nunca de vacaciones. A la Costa fuimos alguna vez con la iglesia De la Consolación que hacía una temporada muy barata,. Ninguno de nosotros era de ir a la iglesia, pero íbamos un mes antes del verano porque después te llevaban a Mar del Plata."


No desde siempre, pero desde casi siempre, seguro desde la dictadura militar a esta parte, y desde ahí desde siempre, la quisieron borrar para siempre, eliminarla, que no chille, que no grite; mucho ruido, que no corte la calle, que hay vecinos molestos, que la siesta, que el ruido, que laburo todo el día, que son vagos, que chupan, que ahí venden falopa, que la piba esa es porotito de truco, que chorean, que son todos vagos, que a mí la que me gusta es la murga uruguaya, esta es un desastre, pero aunque lo intentaron con malos modales y lo siguen intentando con buenas maneras no la voltean nunca, llega febrero y llega el ruido y si te he visto no me acuerdo. La murga señores, promesa de carnaval.


Foto: El Ojo Murguero

Foto: El Ojo Murguero

"Yo venía de Los Herederos de Palermo y de un montón de murgas pero me aburrí y armamos Atrevidos, en un momento la quisimos hacer musical y después todos los pibes de mi cuadra se empezaron a meter en la murga, adherían otros y ganamos como 15 bombistas, entonces fue musical-social; en el 97 ganamos el Festival Internacional de Teatro en la calle Corrientes y ahí se modificó la estructura de murga, por un lado por la merma de participación de Oski que se fue a hacer El niño argentino com Mauricio Kartun, y entonces empezamos a ganar como una murga más barrial y se fue ganando, se dio así, naturalmente".


La previa a la tarde, los ves bajo el sol con la levita en la percha sostenida con la mano sobre el hombro, pintándose en la plaza mientras esperan los micros y después la noche del micro, ir con la puerta abierta y el viento soplando en la cara del estribo de los barrios que pasan y quedan atrás, los cantos, el bombo que se toca, los bailes, los besos, las promesas y las traiciones asiento de por medio en los "escolares"; escabullirse y estar de vuelta, bajarse y esperar a salir, todos juntos ("eh, loco, que nadie se pierda que en 15 salimos") y no son 15 son más, pero mientras tanto la vuelta por el corso vestidos de murga y cuando se escucha la retirada, entonces sí, volver ("la retirada, boludo, vamos") y así todas las noches y todos los años; y resistir porque se resiste siempre, ni un techo donde cobijarse, cultura a la intemperie, desclasada, ni un techo para guarecerse, y que no llueva.


Foto: El Ojo Murguero

"El marco del corso es muy rústico: mal escenario, poca fidelidad, poca sensibilidad, mal sonido; una cosa es la parrilla en el corso, que no puede faltar, y otra la máquina de hacer chorizos, esa maquinaria de algunos avivados, también la murga es un tanto marginal, no tanto como en los 80 pero la murga se nutre predominante de pibes carentes, que tienen una rebeldía enorme para bailar pero no les da el cuerpo para hacer algo coreográfico. Con la incorporación de la clase media decaída que trajo procedimientos distintos, se pudo encarar el encuadre de lo coreográfico que salvó a la murga. Antes era todo muy desaliñado, cada uno bailaba lo que bailaba y fue la incorporación de la mujer la que trajo los pasos coreográficos. Siempre digo que lo que salvó la murga fue la inclusión de la mujer, porque son más organizadas, la percepción de la mujer, el compartir espacios, el diseño salvó a la murga y por eso persiste; si sos machista cagaste, si se te van las mujeres de la murga cagaste, si tenés amplitud y podés hacer cosas con ellas y diseñarte con ellas pasan las mejores cosas".


Foto: El Ojo Murguero

Foto: El Ojo Murguero

Siempre está ahí, lo saben todos, hasta los que la odian, aunque haga frío, aunque no se escuche, aunque la persigan con sirena y patrullero, está. A comienzos de los 80, después de la razzia militar que arrasó Argentina quedaron seis o siete, y encima se peleaban entre ellas, hasta que Tavi dijo: "Muchachos, por qué no nos juntamos, porque somos seis y si nos seguimos peleando vamos a quedar dos y cuando seamos dos, ¿qué hacemos?". Hubo un intento fallido de federación y después llegó la Agrupación MURGAS y para fines de los 80 eran más de 50 y en los 90 se fueron a 100 y en el 2001 otra explosión. Y hubo circuito de corsos, reglamento y competencia, patrimonio cultural, carnavales pagos y permiso de ensayo, feriados y a otra historia, y si querés quejarte quejate pero ahora tenemos "permisos", somos patrimonio, vuelve la murga.


"Cuando la murga calienta motores -dice el Gallego- es porque está por pasar un episodio trágico. En el 89, con la eclosión del primer cimbronazo político, el desenlace de Alfonsín y la aparición de Menem eso era muy perceptible; como el 2001, hizo nuclear a la gente, que necesitaba juntarse, hacer cosas, pasó eso: cuando hay una peligrosidad social extrema aparece la murga, porque la murga es nucleante".


Y aunque el barrio cambie, se esfume, sea otro, tenga nuevos dueños, otros colores, se gane con nuevos ruidos, del ser al parecer, vidriera donde hubo esquina, emprendimiento inmobiliario donde había casas, dice el Gallego, aún así, en medio de esta historia destituyente, vuelve la murga y está y sigue.


Foto: El Ojo Murguero

"En el 75, con el Rodrigazo, se dio la primera camada de desaparición de pibes que vivían en casas precarias en Palermo que se fueron a vivir a provincia; los que pudieron sostenerse, que vivían en una casa alquilada, se fueron en el 89, 90 y después, en 2001, se fue desapareciendo el barrio, Palermo se fue "enchetizando" y fueron desapareciendo los amigos, la vecindad. Pero igual seguimos siendo fuertes, aunque todos los que salimos de Palermo ya estamos viviendo en otros lados. Es un barrio fuerte, tiene mucha poética: Guigue, Nariz, una poética que otros barrios no tuvieron, yo vengo de esa identificación, yo me crié con ellos, con esa entonación, con esa respiración, esa palabra; más la carga política que yo visualicé desde mi lugar, vengo con ese atravesamiento, por eso para mí el encuadre actual de la murga es fiesta y política, tiene que evolucionar en eso, en intervenciones en tu marco social y más dando una política de asistencia a los más desprotegidos, no le veo otro sentido".


Y otra vez vuelve, contra todo y con todo, pandemia mediante, otra vez vuelve febrero, cuando el arte del murguero otra vez gana la calle y en Buenos Aires estalla el sentir carnavalero, que no nos quiten la risa, que no nos quiten el baile. Fiesta y política, ¡que siga el corso!


Foto: El Ojo Murguero

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