Quiénes son, dónde están y qué estrategias discursivas utilizan los referentes de la contraofensiva fundamentalista-conservadora en la Argentina es el objetivo de un informe que busca ser una herramienta útil para enfrentar los embates de los sectores reaccionarios que cobraron mayor visibilidad con el debate del aborto legal.

Por Alicia Alvado
La apropiación tergiversada del lenguaje de los derechos humanos y la apelación a argumentos pseudocientíficas antes que religiosos son algunas de las características discursivas más salientes de los antiderechos según la “Cartografía argumentativa de los sectores fundamentalistas/conservadores” presentada a principios de mayo por Fusa AC, organización que trabaja por el acceso a la salud integral y los derechos sexuales y reproductivos de adolescentes y jóvenes.
El informe identifica, por un lado, los “actores” de esta embestida -la nueva derecha, la castrense católica, los libertarios, la derecha alternativa o “alt-right”, los grupos evangélicos y la doctrina social de la iglesia-; y, por otro, sus “operaciones discursivas” –la apelación a fakes news, a posverdades, al odio cool, al lenguaje de derechos humanos y a la plataforma Tik Tok-.

“En los últimos 30 ó 40 años, la agenda de derechos humanos ha crecido mucho, sobre todo en materia sexual y reproductiva, producto de las luchas de las organizaciones sociales, el movimiento de mujeres y LGBTIQ+; pero también ha crecido la contraofensiva que hasta hace tres años no veíamos tan claramente como en otros países”, dijo a Vertientes del Sur la autora del informe, la comunicóloga y docente de la UBA Victoria Pedrido.
La especialista explicó que recién en 2018, con motivo del debate de la interrupción voluntaria del embarazo (ILE) “vimos que no eran grupos aislados o manifestaciones performáticas puntuales sino que estaban organizados y venían a posicionarse no sólo contra el aborto legal sino contra toda una plataforma de derechos”.

Además de los grupos católicos y el evangelismo, en este fundamentalismo confluye también un “laicado conservador”, por eso “dan de baja totalmente el discurso religioso y no vas a escuchar nunca más que es por Dios o porque lo dice la Biblia”, explicó la socióloga María Alicia Gutiérrez.
La especialista planteó que esta “articulación” de grupos antiderechos “se empieza a gestar fuertemente en la década del ‘70” con hitos como el giro conservador que imprimió a su papado de Juan Pablo II tras el Concilio Vaticano II, la alianza con otras iglesias para incidir internacionalmente en las resoluciones de la ONU y la OEA, el “proceso de fundamentación que deriva en lo que después denominó como ‘ideología de género’” y el despliegue de una fuerte movilización a nivel local para impedir la sanción de leyes ampliadoras de derechos, como ocurrió con la ley de Salud Sexual y Reproductiva aprobada recién en 2006.
Gutiérrez, quien coordina el área de incidencia política de FUSA e integra la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, sostiene que la campaña celeste “no nace de un repollo” sino que representa a un sector que “está fuertemente arraigado”.

Y más bien lo novedoso pasa por un fuerte énfasis en la virtualidad, pero también por la adopción de “estrategias más sofisticadas”, pero también por una “reformulación de las argumentaciones” que se expresa en un intento de hablar en “clave de derechos humanos, la ciencia, la ética y el derecho”.
Pedrido, en tanto, señaló como novedad el hecho de que “estos sectores ya no solo son parte de la sociedad civil o los activismos sino que empiezan a permear los niveles de gobierno” y tienen “una mayor participación juvenil”.
Un primer grupo identificado por el informe es “la nueva derecha del autoritarismo social”, que surge hacia 2013 “al calor de la crisis de los gobiernos progresistas” en la región y “se asienta en el desapego general por los valores democráticos, sus instituciones y la dirigencia política”.

Los denominados “libertarios” como el influencer “El Presto”, rechazan visceralmente toda intervención del Estado en la sociedad por “considerarlas ataques a los derechos del individuo y a las libertades civiles”, al tiempo que consideran las desigualdades sociales como fundadas en un orden natural y, por eso, beneficiosas.
En tanto, la “Alt- Right” está conformada por “gamers y haters” que combaten toda corrección política en tanto es interpretada como “disciplinamiento cultural”, utilizando como arma el “discurso del odio” que tiene como blanco preferido a los feminismos.

En cuarto lugar aparece la “derecha castrense católica” que tiene como “brazo intelectual” al politólogo y youtuber Agustín Laje, quien considera al feminismo como “el invento de la izquierda para volver a instalarse en la arena política” y se refiere al movimiento de mujeres como “el establishment” contra el que hay que hacer “la revolución”.

El quinto grupo son los evangélicos cuyo crecimiento en la sociedad se ve acompañado por un aumento en la participación política, como lo evidencia la candidatura a presidenta de Cynthia Hotton (Frente Nos), el nombramiento de funcionarios a nivel municipal o la delegación de “la ejecución territorial de las políticas sociales” a sus organizaciones de base.
Por último el informe menciona a la “doctrina social de la iglesia” con el que aluden fundamentalmente al denominado “Foro Joven” que se plantea como un “movimiento” generacional que busca formar líderes para “construir una sociedad más digna a través de la promoción de los derechos humanos fundamentales”.
Para Pedrido “el desafío es dotar a los discursos de derechos humanos de un anclaje muy concreto y apropiable” que permita disputar con éxito “términos como vida y bienestar”; pero también “construir pedagogías en torno a todo lo que se ha construido desde el feminismo que guarden lugar a la esperanza de que hay otro mundo posible por construir”, concluyó Pedrido.

El informe señala que la contraofensiva conservadora se despliega “en al menos tres frentes”: “el religioso” a cargo de las iglesias y sus grupos afines, “el económico” con referentes como como Javier Milei y José Luis Espert, y “el militar” liderados por personajes como el ex carapintada Juan José Centurión.
Entre los “paquetes retóricos” que comparten estos grupos se encuentran “la ideología de género, el colonialismo y la cultura del descarte”.
Gutiérrez explica que la expresión “ideología de género” busca devaluar a la teoría feminista mostrándola como “sin sustrato científico” y como parte de un “proceso de adoctrinamiento”.
La “cultura del descarte” presuntamente surgida como consecuencia de que “las democracias y políticas públicas no hayan podido resolver la inclusión” de todo un sector de la población, es otro caballito de batalla introducido en este caso por el papa Francisco, y la misma lógica se usa para cuestionar el derecho al aborto y otras conquistas.

La crítica al movimiento de género y derechos humanos como “colonialismo” implica que “el feminismo es visto como no propio de nuestra cultura”.
“Hacen un flor de pastiche que arraiga en una tradición de relación de la iglesia y los estados”, dijo Gutiérrez.
En cuanto a los “estilos retóricos, operaciones discursivas y narrativas comunes” de estos grupos, Pedrido destacó en primer lugar la apelación de “derechos fundamentales para oponerse a otros que consideran de un nivel inferior, como los derechos sexuales y reproductivos”.
“También hacen un uso muy fuerte de las fake news que tienen una capacidad de propagación altísima porque se basan en el razonamiento motivado y la utilización de atajos intuitivos para transformar creencias o prejuicios en información dentro de grupos cerrados desde donde se propagan a las redes sociales, amplificados por replicadores y trolls”, explicó Pedrido durante la presentación del informe en Casa Fusa.

Otro recurso muy utilizado es el de la “posverdad” que implica la apelación a “argumentos pseudocientíficos del orden del sentido común, la relativización de la evidencia (científica) y el planteo de que no lo importante no es la verdad sino lo verosímil”.
El “odio cool” es otra estrategia discursiva de un sector de los antiderechos, que tiene en “la producción de memes” una de sus herramientas favoritas para vehiculizar su mensaje que “más que la libertad de expresión proclama una libertad de provocación” para hacer “una guerrilla cultural” a partir de la “ridiculización”, el humor y la ironía.
“Por otro lado, una de las cosas que se ha visto con mucha virulencia al principio de la pandemia es el uso de tik tok, una de las nuevas redes que tiene un algoritmo muy agresivo que prioriza el interés inconsciente a la búsqueda consciente. Uno de los grandes propaladores de su uso dentro de la nueva derecha ha sido Santiago Abascal de Vox”, dijo.
Pero la autora advierte también sobre “un resurgimiento de un giro conservador dentro de los feminismos” que se expresa en grupos que reivindican un “feminismo radical trans excluyente”, o que “demonizan el trabajo sexual” o que “alimentan el punitivismo como única respuesta a la violencia de género”.
“El hecho de que la potencia feminista ha sido siempre la incomodidad, nos obliga a revisar dentro de los feminismos y otros movimientos de las luchas por la ampliación de los derechos sexuales y reproductivos, qué pasa con estas vertientes en las que finalmente nos tocamos la espalda con esos sectores, discursos e incidencia política que queremos combatir”, concluyó.
