“El tendedero”, la instalación creada por la artista plástica mexicana Mónica Mayer como una pieza de arte efímero para visibilizar la violencia de género en 1978, sigue dando vueltas por el mundo cuarenta años después con su potencial simbólico intacto, tal como puede comprobarse en el Museo de Arte Español Enrique Larreta donde hasta el 15 de enero
estará expuesta una versión local.

“A los 15 años, un ex novio de mi hermana me agredió sexualmente”, tiene escrito a mano uno de los papelitos color rosa colgados con broches en el tendedero, debajo de la pregunta impresa en letras de molde “¿Cuándo fue la primera vez que te maltrataron o acosaron por ser mujer?”.
Otros cuadraditos de papel contienen las respuestas a una segunda pregunta: “¿qué has hecho o podrías hacer para evitar el acoso o el maltrato a las mujeres?”: “Generar conciencia, estimular la autoestima”, dice otro de los papeles.
A lo largo de ocho sogas como las de tender ropa, dispuestas una encima de la otra hasta alcanzar los dos metros de altura, se encuentran prendidos centenares de papelitos color rosa que fueron completando las mujeres que, como público de la Noche de los Museos de Buenos Aires 2022, se sintieron interpeladas por esta instalación participativa.

“Presenté mi pieza ‘El tendedero’ por primera vez en 1978 en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México para una exposición de artistas jóvenes que tenía como tema ‘La ciudad’ y para la que decidí hacer una pieza sobre algo que enfrentaba yo a diario: la violencia sexual en el transporte público”, dice Mayer en el video explicativo que acompaña esta exposición.
“Entonces salí a la calle a preguntarles a las mujeres que les molestaba de la ciudad, y me salían con que la basura y qué se yo, porque la violencia de género estaban muy naturalizada y pocas identificaban el acoso como tal. Pero cuando yo les preguntaba ‘¿y no te choca que al subir te toquen una nalga al subir al camión (colectivo)?’, me respondían que ‘sí’ y yo les pedía que entonces lo escriban en mis papelitos. Era un acto de crear conciencia con quien estaba yo hablando y en quienes luego lo leían”, contó.
Y aunque aquella primera vez Mayer no lo pensó como como una pieza participativa, terminó siéndolo porque “llegaban las mujeres y espontáneamente se ponían a escribir su experiencia en un cachito de papel” que hubiera quedado libre en algunas de las 800 respuestas colgantes.
Tras ese primer tendedero que terminó en el tacho de basura como todo arte “efímero”, Mayer volvió a repetir la experiencia al año siguiente, a pedido de la artista estadounidense Suzanne Lacy a quien una ONG le había encomendado crear conciencia sobre la violencia de género en un vecindario de Los Ángeles (EEUU) a partir de diferentes propuestas culturales con el lema “Making it safe”.
“Sin más elementos que papel, pinzas y un par de metros de cuerdas fuimos a tocar las puertas, salían las mujeres y el tendedero funcionaba para que las vecinas compartieran sus experiencias y se conocieran. De alguna manera la pieza artística se convirtió en una herramienta activista”, contó.
En aquella ocasión, las preguntas fueron “¿Te sientes a salvo en Ocean Park?”, “¿Dónde te sientes a salvo?” y “¿Qué te haría sentir a salvo?”.
Para Mayer, el éxito de cada nueva reedición radica en que la instalación dialogue con su contexto, lo que no ocurrió en 2009 en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México cuando convocó a escribir sobre “ventajas y desventajas” de ser hombre o mujer y como pregunta prefabricada y solo obtuvo respuestas banales; y sí se consiguió en 2015, en el Encuentro Internacional a las Artes de Medellín (Colombia).
“Como la vez anterior no había quedado satisfecha, aprendí la lección y en 2015 en Colombia propuse hacer primero un taller con artistas y activistas locales para ahí, con ellos y ellas, pensar las preguntas”, dijo.
“Y la pieza nuevamente tuvo sentido porque respondía a su contexto. La primera pregunta que plantearon fue: ‘¿cuándo fue la primera vez que te acosaron?’ Las respuestas fueron como un balde de agua fría. ‘A los 6 años’, ‘a los 12’, ‘en el camión’, ‘en la calle’, ‘en la casa. Eran muchísimas historias”, agregó.
“Al leerlas yo misma recordé que siendo niña un tipo me manoseó en la calle y nunca me había atrevido a hablarlo a pesar de llevar décadas como feministas porque siempre pensé que había sido un caso único, no entendía la dimensión del problema”, completó.
Reconocida como precursora y promotora del arte feminista en América Latina pero también de la performance y la gráfica digital en México, Mónica Mayer estuvo en Buenos Aires en 2018 para dar una charla en el Malba y acompañar a El tendedero desplegado en sus escalinatas, con el apoyo de la Embajada de México y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México.
Durante estos últimos años, es común que Mayer reciba solicitudes y autorice la recreación de El tendedero en el interior de diferentes establecimientos educativos y entonces “es una pieza que funciona en el arte, en el feminismo y también en la pedagogía”.
“En los últimos años El Tendedero ha explotado y se ha replicado cientos de veces, muchos tendederos los he atesorado y otros me he enterado mucho después de que sucedieron cuando alguien me platica o me logra mandar alguna fotografía o documento”, dijo.
“Y si bien los tendederos que yo hago no busca que haya una denuncia directa sino mostrar una problema social, mucho de los que se están realizando de manera espontánea para denunciar con nombre y apellido a los acosadores, funcionando como un movimiento ‘me too’ analógico”, agregó.
Además de la actualización de las preguntas en función del contexto, El tendedero sufrió también modificaciones en su estructura y se transformó en un “tendedero mutante” en forma de caracol o biombo en Japón para darle privacidad a las mujeres que participaron de él en 2019 teniendo en cuenta las particularidades culturales, y en un “tendedero virtual” en diferentes lugares en 2020 dado el contexto pandémico que mantenía a las personas recluidas en sus casas, lo que para muchas mujeres significó más expuestas a la violencia.

"Uno de los tendederos que más me han impactado fue el que hicimos en la facultad de la Psicología de la UNAM en 2016, donde fui a dar una plática y terminando íbamos a definir la pregunta. Antes de comenzar, pasé a los sanitarios y me encontré que en cada baño había un botón de auxilio y me pareció inaudito que nuestra principal universidad fuera tan insegura para las mujeres siendo que ahí tendrían que estar desarrollo las herramientas pedagogías para disminuir la violencia de género”, dijo.
“Entonces la pregunta naturalmente fue ‘¿qué sientes al entrar al baño y encontrar un botón de pánico?’”, contó.
Es que “repetir una obra no es nada más hacerla de nuevo” sino recrear su capacidad de articulación con el contexto, que cada vez es diferente.
“Sobre todo en arte contemporáneo, una obra es 90% su contexto y 10% lo que proponemos nosotros los artistas. Tiene efecto y es importante por donde está, por el momento, por lo que dice. Si no tiene que ver con el contexto, nomás es el esqueleto y no sirve”, concluyó.
El tendedero que se expone desde el 8 de septiembre en el Museo Larreta forma parte de su exposición temporaria “Perspectivas de Género, nuevas miradas sobre la Colección en el Museo Larreta” que propone establecer un diálogo entre el arte barroco con el arte contemporáneo con una mirada feminista.
“Recordamos al arte efímero como a los muertos: por sus fotos, sus descendientes, su legado o sus reencarnaciones. El tendedero ha tenido de todo”, concluyó Mayer.

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